**Entre lluvia y fervor, más de 30 mil pobladores y 250 mil visitantes transformaron las calles de la comunidad en un tapiz multicolor, en honor a la Virgen de la Caridad**


Michelle López – Diego Salgado
Huamantla, Tlax.
La noche del pasado jueves 14 de agosto, Huamantla, Tlaxcala, volvió a latir al compás de su tradición más emblemática: “La Noche que Nadie Duerme”. Miles de personas caminaron por calles transformadas en lienzos multicolores, donde el aserrín, las flores y la arena, se convirtieron en arte efímero para honrar a la Virgen de la Caridad.
Una noche que late con historia
Desde temprana hora, familias enteras y cuadrillas de artesanos se volcaron a la elaboración de los tapetes, que cubrieron más de siete kilómetros. Entre ellos, Carlos Montiel Ordóñez, con más de 15 años en la tradición, expresó: “Me siento feliz de contribuir, de hacer estas maravillas para nuestra Señora de la Caridad. Visiten Huamantla, disfruten de nuestras artesanías y alfombras”.


El repique que anuncia la procesión
La procesión inició poco después de la una de la mañana del 15 de agosto, acompañada por el repique de campanas de todas las iglesias, un sonido que, junto al aroma de flores y el brillo de los tapetes, creó una atmósfera sobrecogedora. Aunque una llovizna amenazó por la tarde y la noche, la devoción venció al clima. Los alfombristas reparaban con destreza los daños causados por la lluvia, demostrando que la fe y el arte no se detienen.
Voces que vienen y vuelven
Esteban Rodríguez Morales, visitante procedente de Santa Ana Chiautempan, manifestó que, “es muy bonito, llevo viniendo como 20 años. Son únicos estos tapetes, la procesión es única”. Desde Ciudad de México, Susy y Ester compartieron su entusiasmo. Susy comentó: “Está precioso todo, nos la estamos pasando increíble. Felicito a quienes los elaboran”. Ester, en su primera visita, no dudó en afirmar: “Esto vale la pena, es una maravilla del mundo”.
Tradición centenaria
El origen de esta celebración se remonta al año 1888, cuando una fuerte inundación amenazó la ciudad. Los pobladores llevaron en procesión a la Virgen de la Caridad, rogando por protección. Desde entonces, cada año, las calles se cubren de tapetes como ofrenda.
La fiesta no solo es devoción; también es cultura, identidad y sustento. Brenda Lizbeth, vendedora de muéganos de la familia Bolaños Bonilla, recordó: “Huamantla es tradición y cultura. Aquí nos encuentran todo el año en el barrio de San Lucas, nuestra receta se realiza desde 1997”.
El arte de los “Matachines”
José Luis Ramírez Macías, sociólogo y representante del Centro Artesanal Tonemilis —que en náhuatl significa “nuestro tiempo”—, ha dedicado su vida a rescatar y preservar las tradiciones de Huamantla, como lo es cada 14 de agosto, que se celebra a la Virgen de la Caridad.
Desde su taller y tienda, ha revivido la elaboración de las icónicas cabezas de la danza de los “Matachines”, una expresión cultural con raíces en el siglo XV de origen europeo, que llegó a estas tierras durante la conquista, y fue adoptada y transformada por los pueblos originarios.
Estas piezas, elaboradas en papel maché, estuvieron a punto de desaparecer hace apenas unos años, hasta que José Luis retomó la técnica y devolvió a la comunidad este arte, que combina historia, identidad y devoción.
Hoy, su taller no sólo produce estas obras únicas, sino que también forma a nuevas generaciones, dejando un legado vivo, que garantiza que la danza y su simbología sigan acompañando las celebraciones huamantlecas por muchos años más.
Esperanza y orgullo
En esta edición, marcada por la expectativa de que la UNESCO declare el alfombrismo patrimonio de la humanidad, participaron más de 30 mil pobladores, y llegaron alrededor de 250 mil visitantes de México y el mundo. En Huamantla, “La Noche que Nadie Duerme”, sigue siendo más que una fiesta: es un acto de fe, un museo al aire libre y un testimonio vivo, de que la unión de un pueblo puede transformar sus calles en poesía visual que despierta todos los sentidos.


