Brisselda Sarabia / Chila de las Flores, Pue.
-Tradición, fe y reencuentro comunal en honor a la santa patrona de ambos municipios–
La devoción a la Virgen de la Asunción volvió a unir a dos municipios de la Mixteca poblana que, a pesar de estar separados por kilómetros, comparten a la santa patrona y un mismo fervor.

Las localidades de Piaxtla y Chila de las Flores, celebraron durante este mes sus festividades patronales, con actividades que combinaron tradición religiosa, cultura popular y reencuentro de familias migrantes.
En la demarcación de Piaxtla, los festejos iniciaron desde el fin de semana previo, con eventos culturales, deportivos y sociales, teniendo como antesala el tradicional “Día del Migrante” realizado el pasado miércoles 13 de agosto.

Esa fecha es especialmente significativa, pues el municipio cuenta con una numerosa comunidad radicada en Estados Unidos —principalmente en Nueva York—, que cada año regresa para convivir, participar en la feria y rendir homenaje a su santa patrona.
El programa incluyó bailes populares, jaripeos, carreras de caballos y encuentros comunitarios, que reunieron a habitantes y visitantes. Las calles se llenaron de música, gastronomía típica y un ambiente festivo, que reforzó el sentido de identidad entre los piaxtlecos, sin olvidar los actos litúrgicos, que son el corazón de la celebración.

Mientras tanto, en Chila de las Flores, el fervor alcanzó su punto más alto el 15 de agosto, día de la Virgen. Desde tempranas horas, vecinos y visitantes se dieron cita para admirar las alfombras de aserrín multicolor, que adornaron las principales calles, obra colectiva que combina arte, paciencia y fe.
La jornada también incluyó la elevación de globos de cantoya, un espectáculo visual que iluminó el cielo y que, año con año, se ha convertido en uno de los atractivos más esperados por chicos y grandes.

Además, se ofreció una muestra gastronómica con platillos tradicionales, como el mole poblano, tamales, barbacoa y dulces típicos, así como actividades religiosas y diversas procesiones, que reafirmaron la devoción de los pobladores.
Aunque cada municipio tiene su propio estilo para celebrar, ambos comparten el orgullo por sus raíces y la voluntad de preservar las costumbres, que han pasado de generación en generación. Para muchos, estas fiestas no solo son un acto de fe, sino también un punto de reencuentro, donde las familias se vuelven a abrazar después de meses o incluso años de no verse.