
Una costumbre de los ex presidentes priístas fue el silencio después de concluir su mandato, algo que no ha distinguido a los ex mandatarios panistas. Sin embargo, Zedillo rompió con esta costumbre y en las últimas semanas se ha presentado como vocero de la oposición al gobierno actual.
En varios foros ha señalado que México va hacia una dictadura, que los gobiernos de López Obrador y el actual de Claudia Sheinbaum son autoritarios y están acabando con la democracia. Ante las respuestas de la presidenta y las publicadas en las redes sociales, ha justificado las acciones de su gobierno y destacado que en esos seis años el país progresó y se atendió la pobreza, que su reforma al Poder Judicial garantizó la división de poderes. En pocas palabras, Zedillo trató de mostrar que en su gobierno estábamos mejor que hoy.
Desde luego, varios comentaristas y políticos de oposición han salido a la defensa de Zedillo, cuyo protagonismo lo ubica como la nueva voz de la oposición, huérfana de ideólogos y carente de un proyecto de nación que no sea el retorno al neoliberalismo y al conservadurismo.
Ya hemos sido testigos del protagonismo de los dos ex presidente panistas, Fox y Calderón, que nada han aportado al país. Hoy, que el primer ex presidente priísta forma con ellos el trío de ex presidentes opinadores; vale recordar la historia de su sexenio para poder analizar sus palabras en contra del gobierno actual y el anterior.
Mayor brecha económica
El doctor en Economía por la Universidad de Yale, New Haven, Estados Unidos, se enfrentó, pocos días después de asumir la presidencia, a la peor crisis económica que padeció México en el siglo XX.
En diciembre de 1994 se produjo una grave devaluación del peso frente al dólar que pasó de 3.40 pesos a 8.70, causada por una fuga de capitales a lo largo del año, fruto de la desestabilización en el último año del gobierno de Salinas que inició con el levantamiento zapatista en Chiapas y continuó con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la presidencia de la República, y del ex gobernador de Guerrero José Francisco Ruiz Massieu.
El llamado “error de diciembre” puso al descubierto la debilidad de la política económica neoliberal: se elevó la inflación, se descapitalizaron los bancos, aumentaron las tasas de interés, lo que llevó a las empresas a una crisis de capital, provocó despidos y aumentó el desempleo.
La solución de Zedillo, no miró hacia la mayoría de la población empobrecida y/o desempleada, su objetivo fue defender los ahorros de los grandes empresarios y éstos, a su vez, se aprovecharon de las medidas que tomó el presidente.
Para ello, Zedillo acudió al Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), un fondo de contingencia creado en 1990 y que en 1995 utilizó el presidente para rescatar a los grandes deudores de la banca vía la capitalización de los bancos, con préstamos de Estados Unidos a través del Fondo Monetario Internacional.
Así se gastaron 552 mil millones de pesos en el rescate bancario, los cuales, con el apoyo del PRI y el PAN, se convirtieron en deuda pública que los mexicanos hasta hoy, 2025, seguimos pagando con nuestros impuestos y lo seguirán pagando nuestros nietos. Los principales beneficiarios fueron los grandes banqueros y los altos empresarios, que no sólo vieron salvados sus capitales, sino que gracias a esto los aumentaron.
Por la globalización económica, la crisis mexicana de 1994-1995 afectó a otros países, sobre todo de Sudamérica, con lo que se llamó el “efecto tequila”; pero para la clase media baja y los pobres, esta crisis generó el “efecto miseria”, porque los pequeños deudores vieron crecer sus deudas hasta volverlas impagables; muchos perdieron sus viviendas por el aumento inesperado de los intereses, y muchos jefes de familia quedaron desempleados.
La represión, ¿una respuesta democrática?
A partir de 1995, a la par de la crisis económica, el gobierno de Zedillo mostró su cara represora.
En Guerrero se creó la Organización Campesina de la Sierra del Sur. el 28 de junio, los campesinos se dirigían de Aguas Blancas a Coyuca de Benítez para reclamar el cumplimiento de las promesas hechas a los productores de café. En el vado, cerca del poblado, los campesinos fueron detenidos, bajados de los camiones y baleados. Murieron 17. El gobierno de Zedillo guardó silencio, el gobernador de Guerrero era Rubén Figueroa.
Frente al levantamiento neozapatista, se realizaron las negociaciones y se llegaron a firmar los Acuerdos de San Andrés, que ponían fin al conflicto y el gobierno reconocía los derechos de los pueblos originarios. Sin embargo, al llegar al poder, Zedillo ignoró estos acuerdos.
Zedillo mantuvo la presión sobre las comunidades ligadas al movimiento neozapatista de los Altos de Chiapas, con la formación de grupos paramilitares que se encargaron de atacar a esas comunidades.
El 19 de agosto de 1996 fueron asesinados por paramilitares seis jóvenes del poblado de Chenalhó; el 22 de mayo de 1997, un grupo de priístas incendió nueve casas de indígenas en el municipio de Pantelhó; el 29 de mayo fue asesinado el profesor Cristóbal Pérez, representante del municipio autónomo de Chenalhó, cuando se dirigía a negociar la liberación de unos indígenas.
El caso más grave fue el asesinato a sangre fría de 45 indígenas tsotsiles miembros de la organización Las Abejas, cuando rezaban en una capilla de Acteal, a manos de más de 90 paramilitares. Entre las víctimas había 16 niños y adolescentes, 20 mujeres, entre ellas siete embarazadas, y nueve hombres adultos.
Tanto a nivel local, como a nivel internacional, se coincide en que los grupos paramilitares fueron formados por mandos del Ejército.
La pregunta final es clara: ¿tiene Ernesto Zedillo autoridad política y moral para calificar al actual gobierno federal de autoritarismo y de acabar con la democracia? Cada lector tiene su respuesta.