FGE le practicó necropsia al gatito “Merengue”, asesinado en Izúcar

Juan Rubio
Izúcar de Matamoros, Pue.

Lo que comenzó como una noche cualquiera para Jorge Alberto González Hernández y su pareja sentimental Guadalupe, terminó por convertirse en el detonante de una lucha inédita por el respeto a la vida animal en Izúcar de Matamoros. Su gato, llamado “Merengue”, un felino blanco, cariñoso y juguetón, fue asesinado con una posta de aire comprimido, presuntamente por un vecino.

El caso no sólo marcó un punto de quiebre emocional en la vida de la pareja, sino que dio paso a una insólita reacción institucional: la Fiscalía General del Estado de Puebla (FGE), practicó una necropsia oficial al felino y activó una investigación por maltrato animal.

A través de una entrevista difundida en el pódcast de “Enlace Noticias”, conducido por Juan Rubio, Jorge compartió con franqueza el proceso personal, legal y social que ha vivido desde aquel día. Su relato es el de una pérdida, pero también el del nacimiento de un colectivo ciudadano, que exige justicia y nuevas formas de convivencia entre humanos y animales.

“Merengue”: más que una “mascota”

Jorge recuerda cada detalle de aquel día, como si lo hubiera grabado en su memoria con fuego. La última foto que le tomó a “Merengue” fue a las 5:20 de la tarde, estirado sobre un camastro en el patio, en total calma. Esa misma noche, después de regresar de un partido de fútbol, el minino no apareció a su llamado. Meses de convivir con su gato le permitieron reconocer que algo no estaba bien.

Tras buscarlo por toda la casa y alrededores, Jorge lo encontró, horas después, al fondo de un terreno baldío vecino. Estaba tieso, inerte, con dos orificios visibles en su cuerpo. “Le pegaron”, recuerda Jorge haber dicho, con una mezcla de incredulidad y dolor. En ese instante, supo que su muerte no fue accidental. Fue un asesinato.

El golpe emocional fue profundo para él y para Guadalupe, quien consideraba a “Merengue” como un integrante más de su familia. “Ella dio muchísimo por ese gato”, dijo Jorge. Nunca salía de una tienda sin traerle un juguete, croquetas nuevas o algo especial. El vínculo era íntimo y cotidiano.

El primer contacto con la Fiscalía

En medio del dolor, Jorge y Guadalupe decidieron no dejar pasar el hecho. “No podíamos permitir que su muerte quedara impune”, afirmó. Se dirigieron a la Fiscalía de Izúcar con el cuerpo de “Merengue”. Para sorpresa de todos —incluidos los propios Agentes— fue abierto un expediente, y el caso fue turnado al área correspondiente.

El proceso, sin embargo, no fue sencillo. Las primeras barreras aparecieron rápido: no había refrigerador para conservar el cuerpo; la necropsia debía realizarse en la ciudad de Puebla; el traslado y el procedimiento costarían, en teoría, cerca de 20 mil pesos. “Nos motivaban a desistir”, señaló Jorge, sin ambigüedades. “Pero no era una desmotivación pasiva, sino un incentivo directo para abandonar la denuncia”. Pese a ello, decidieron seguir.

Congelaron el cuerpo del gato en su casa, lo entregaron en una bolsa a las autoridades —sin transporte especializado, sin custodia clara— y aceptaron las entrevistas de medios locales, para visibilizar el caso. Fue entonces cuando todo comenzó a cambiar.

La marcha: el inicio de un movimiento

La noticia se esparció entre vecinos, conocidos y protectores de animales. El asesinato de “Merengue”, sumado a la decisión de su familia de denunciar y hacer público el caso, convocó a más de 50 personas en una marcha sin precedentes en la ciudad. Amigos, familiares y desconocidos, salieron a exigir justicia para el gatito y un alto al maltrato animal.

“Era una marcha pequeña, pero significativa”, enfatizó Jorge. “Para ser la primera, sin antecedentes ni respaldo de organizaciones, fue poderosa” expresó.

Ese acto colectivo encendió una chispa: comenzaron a llegar más testimonios, más personas con historias similares, más voces que no habían tenido un espacio para ser escuchadas. El duelo de una familia se transformó en una demanda colectiva por justicia y por reconocimiento del sufrimiento animal.

Así nació un colectivo de ciudadanos por el bienestar animal, que sigue activo hasta el día de hoy, y cuya principal motivación es que ninguna muerte como la de “Merengue” quede sin respuesta.

Obstáculos institucionales

Hasta el día de la entrevista, ni Jorge ni Guadalupe habían recibido el dictamen oficial de la necropsia. A pesar de que la muerte ocurrió el 23 de mayo, al mes de julio aún no contaban con el documento oficial. El cuerpo fue devuelto en las mismas condiciones en que fue entregado: dentro de una bolsa, sin cuidados periciales claros.

Además, el dictamen médico-legista, de existir, solo determinaría la causa de muerte. El paso siguiente —el más importante para judicializar el caso— sería el peritaje balístico, pero eso parece lejano. La evidencia, ya degradada por el tiempo y el manejo informal, pone en duda la viabilidad de un proceso penal sólido.

“No hemos recibido todavía el dictamen de la necropsia. No sabemos qué dice. Pero sí sabemos que, si no insistimos, esto se va a olvidar”, afirmó Jorge. Su objetivo sigue siendo que la muerte de “Merengue” no quede como un caso aislado ni como una anécdota viral.

El caso del asesinato de “Merengue” no solo evidenció la crueldad con la que algunos humanos tratan a los animales; también dejó al descubierto un vacío institucional para responder a este tipo de delitos en Puebla. Sin protocolos claros, sin infraestructura básica, sin voluntad suficiente para perseguir penalmente el maltrato animal, las víctimas dependen del empeño individual de personas como Jorge y Guadalupe, para que sus casos lleguen a puerto.

Sin embargo, su perseverancia ha logrado más de lo que imaginaban: visibilizar el problema, inspirar a otros a alzar la voz y empujar a las autoridades a mirar de frente una realidad que ya no puede ignorarse. “Merengue” no murió en vano. Su partida abrió una conversación necesaria en Izúcar y más allá. ¡Ya nada nos lo va a regresar!, exclamó Jorge, “pero al menos, que su muerte sirva para cambiar algo” concluyó.

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Daniel Aguilar
Daniel Aguilar

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