De forma redonda, piel gruesa y tonalidades que van del verde al rosado, el “Xoconostle” es un fruto mexicano que, aunque menos conocido que la tuna, posee un sabor ácido y un potencial que va más allá de la cocina tradicional. Su interior contiene una pulpa rojiza que contiene numerosas semillas, y su textura jugosa lo convierte en un ingrediente altamente nutritivo.

Mafer Muval / Izúcar de Matamoros
Este fruto destaca por su alto contenido en vitamina C, fibra, calcio y antioxidantes; además, de que, en estudios recientes, se le atribuyó propiedades para regular la glucosa en la sangre, disminuir el colesterol y mejorar la digestión. También es utilizado tanto en remedios naturales como en dietas para personas con diabetes por sus compuestos bioactivos que lo colocan como un alimento en potencia.
Existen diferentes tipos de xoconostle, como el verde, el rosado, morado y el de espinas largas, cada uno con una pequeña variedad de sabor y usos específicos. Aunque puede encontrarse en varias regiones desérticas del país, en la Mixteca Poblana se da en municipios como Tepexi de Rodríguez, Axutla, Jolalpan y Huehuetlán el Chico, y crece de forma silvestre o en huertos familiares.

Su siembra requiere paciencia; ya que, la “vela”, una forma coloquial de llamarle al tallo, tarda entre dos y tres años en dar frutos, pero una vez que comienza a producir, puede rendir varias cosechas al año durante la temporada de lluvias, específicamente de julio a octubre. Esto debido a su adaptación a terrenos pobres en nutrientes y necesita poca agua, lo que lo hace ideal para zonas con escasez.
Además de sus beneficios para la salud, el Xoconostle tiene un valor culinario importante. Por lo que, lo puedes encontrar en moles, salsas, escabeches, mermeladas e incluso bebidas fermentadas. Aunque igualmente, su sabor ácido complementa platillos típicos, y cada vez más cocineros lo están introduciendo en menús actualizados que buscan rescatar ingredientes de nuestros ancestros.
Asimismo, impulsar el cultivo y comercialización de este fruto representa una oportunidad para las comunidades rurales de la región. Frente al cambio climático y la necesidad de sistemas agrícolas, este fruto podría ser clave para fortalecer la economía local y revalorizar el patrimonio biocultural; sin embargo, su venta se ve muy limitada en ciertas zonas, al no ser muy común su cultivo.